lunes, 15 de agosto de 2011

Cratilo o del lenguaje

Sosa Ramírez Marlene Karina
Teorías de la comunicación I
Título: Cratilo o del Lenguaje. Análisis
Fecha de entrega: 12 de agosto de 2011

Cratilo o del lenguaje es una obra en la que se cuestiona a cerca del nombre que tiene cada cosa, también trata de explicar bajo que criterios un nombre es dado a cada cosa y si se relacionan de alguna forma.
Por ejemplo Sócrates dice que el nombre es un instrumento propio para enseñar y distinguir a los seres. Sin embargo existen varios puntos en los cuales no concuerdan los filósofos, es decir no logran concretar si los nombres son dados por la naturaleza o por convención.
Sócrates también refiere a cerca del discurso, el cual puede ser verdadero o falso. Cada tipo de discurso tiene características propias, es decir, la parte verdadera del discurso debe ser llana, divina, colocada en lo alto entre los inmortales; la parte falsa debe estar situada entre la multitud de los hombres.
Refiere que la propiedad de los nombres representa lo que es cada cosa, es decir, el nombre es una simple imitación de un objeto mediante la voz. Por lo que el discurso es el arte de los nombres y en todas las artes análogas, por ejemplo en la pintura, la representación de un ser animado.
El nombre, sin embargo, es solo una forma para poder imitar la naturaleza misma de las cosas. Esta es la postura de Cratilo, puesto que cree que el nombre se da naturalmente.
El nombre es algo que los filósofos veían como algún tipo de imitación de la naturaleza, simplemente se cuestionaban el por qué tal nombre y no otro, los hacían ser una persona y no otra. Pero más adelante también cuestionaron el nombre con el objeto nombrado, así que se reconoció que el nombre era una imitación de la cosa nombrada.
Más adelante, se descubrió que esto puede servir como fuente de conocimiento ya que mientras se nombra, se crea una imagen mental, y se llega a la esencia de las cosas.
Cratilo refiere que quien tiene el poder de enseñar es el que sabe los nombres de las cosas, ya que los nombres nos representan el mundo en un movimiento, un cambio y flujo perpetuo. Sin embargo difiero un poco de esa interpretación, ya que si fuese de ese modo, cualquier persona con breves conocimientos de las cosas nos podría explicar el mundo.
Los nombres son también una representación de la verdad, puesto que, cuando se requiere buscar y estudiar algo es en las cosas donde se debe buscar y no en el nombre. Es de ahí donde comienzan a cuestionarse a que remite el nombre, tomando en cuenta que cuando se nombra algo, éste nos remite a una imagen mental y después se percataron de que la esencia barca parte importante del nombre-cosa-conocimiento.
El nombre es estático por lo que puede ser estudiado fácilmente, ya que con una cosa que esta en movimiento constante, seria difícil hacerlo. El nombre tiene como fin describir y dar a conocer las cosas, sin embargo, éste no da ninguna característica, solo lo muestra pero no lo describe ni brinda información concreta a cerca del objeto nombrado.
Este diálogo nos describe las raíces de las palabras, puesto que Sócrates, Cratilo y Hermógenes, conversan de la forma en que fueron creadas y comienzan a preguntarse si tiene algún sentido nombrar las cosas. Incluso refieren que el nombre es la imagen, es decir, al momento de nombrar alguna cosa o persona, la imagen viene a la mente.
Estos diálogos se inician cuando Hermógenes y Cratilo comienzan a preguntarse si el lenguaje es dado por naturaleza como refiere Cratilo o por convención como dice Hermógenes.
Miguel Ángel de la Cruz Vives, catedrático de filosofía, nos marca el fondo de la discusión principal, es decir, si se debe a llegar a un a conclusión a cerca de la importancia que tiene el lenguaje, si es tan solo un instrumento para la comunicación entre los hombres o si, además, es un modo de conocimiento .
De la Cruz Vives nos explica de que manera un discurso puede ser verdadero o falso, refiere que el lenguaje es utilizado para decir lo que es, sin embargo también se utiliza para decir lo que no es, por lo que, el discurso se torna verdadero o falso. Los nombres son tomados como pequeños discursos que también pueden ser verdaderos o falsos. Sin embargo, Hermógenes refiere que como los pueblos les dan distintos nombres a las mismas cosas, todos los nombres son verdaderos y no puede decirse que ninguno es falso. Refiere que la verdad del nombre es relativa al que lo utiliza y nos es más verdadero un término que otro, es decir, el nombre es verdadero en cuanto a la manera en que es utilizado por cada persona, por lo tanto ninguna palabra puede tener más verdad que otra.
De la Cruz Vives ejemplifica a través de dos proposiciones, la primera hecha por Protágoras, la cual refiere que lo que me aparece a mí, es verdad para mí, y lo que se te aparece a ti es verdad para ti, sin embargo, ninguna de las dos verdades es más que la otra, si no que ambas son igualmente verdaderas ya que la verdad depende del sujeto no de la cosa nombrada. Y la segunda hecha por el sofista Eutidemo el cual dice que todas las cosas son las mismas para todos los hombres y estos no pueden conocer sino la verdad.
Pero Sócrates refuta ambas proposiciones mencionando que en primer lugar si las cosas aparecen de forma distinta en cada hombre como si todas ellas aparecen a todos del mismo modo, todos los hombres serian igualmente sabios, buenos y virtuosos, pero la experiencia del día con día nos refiere que no es así.
Sócrates poco a poco nos lleva a las prematuras conclusiones, las cuales nos dicen que el nombre para poder ser verdad necesita referirse no a lo que parece, sino más bien a la esencia fija e inmutable de la cosa nombrada.
Por ejemplo, el término para referirse a un caballo puede ser diferente entre las comunidades, sin embargo todas ellas se referirán a la esencia del caballo.
El nombre se utiliza como un instrumento el cual nos distingue a unos de otros, considero que también a las cosas y a todo lo que nos rodea, es el instrumento primordial de la vida: el lenguaje. Sin embargo, este debe ser bien empleado puesto que, el lenguaje coloquial, entre otras cosas deforma la esencia de la cosa nombrada, de hecho el mismo nombre puede ser distinto a la cosa ya que a veces estos no tienen ningún lazo que los una.
Los legisladores tienen una función importante dentro de esto diálogos, puesto son los que ponen los nombres a las cosas, sin embargo, se dieron cuenta de que ellos también pueden equivocarse al poner los nombres.
Los legisladores en este caso forman parte fundamental, dentro del origen del lenguaje ya que deben ser muy precavidos en atender la esencia de cada cosa nombrada.
Para poder nombrar algo el legislador debe tener en cuenta dos cosas que tienen suma importancia:
1.- El nombre debe tener relación con la cosa nombrada.
2.- No todos los hombres son aptos para dar los nombres convenientes.
Con estas características se debe tener presente que el lenguaje fue creado mediante legisladores que no estaban del todo aptos para nombrar a las cosas, por que existen ciertas cosas que no tienen relación con su esencia y es precisamente de ahí donde surge el conflicto entre la cosa nombrada, la esencia y la relación que existe entre ambos.
El lenguaje sin duda es una gran instrumento de persuasión y poder. Este es un tema constante en los diálogos llamados socráticos, pues, nos refieren que el lenguaje cotidiano es insuficiente y por lo tanto es la principal barrera que nos impide alcanzar la verdad.
Ya se comenzaba a ver desde entonces el lenguaje, como una forma de poder, y es sin duda muy cierto, puesto que el que sabe utilizar la palabra y el lenguaje a su favor se ve siempre dentro de las mejores condiciones para tratar a las demás personas.
El lenguaje cotidiano es sin duda imponente para alcanzar la naturaleza de la cosa representada, por lo que su utilización es puramente utilitaria. Ya se inicia a ver el lenguaje, más que como un medio de conocimiento, como una forma más práctica, en la vida cotidiana.
Para conocer la esencia de las cosas no basta el lenguaje cotidiano, ya que estos nos ofrecen imágenes deformadas de las cosas, por lo que mientras más permanencia tengamos en el lenguaje cotidiano, menos probabilidades tendremos de conocer la verdadera esencia de las cosas.
Aquí Vives hace una separación de la forma utilitaria del lenguaje y lo pone por separado, es decir, en primer término el lenguaje cotidiano, como siempre medio de comunicación, sin embargo si se quiere llegar más allá es necesario separarnos de ese lenguaje para poder conocer la verdadera esencia de las cosas.
Al eliminar la referencia a una verdad inmutable y eterna que se impone sobre la propia voluntad de los hombres, los sofistas ponen la palabra de los poetas al mismo nivel que la de cualquier ciudadano. La palabra de cualquier ciudadano tiene, en principio, el mismo valor, en tanto que está basada en una capacidad de razonamiento común a todos .
Los sofistas comienzan a introducir un nuevo criterio para diferenciar la palabra privilegiada de la que no lo es, y con esto se refiere al uso de la misma palabra como tal, es decir en este caso se refiere a la persuasión, con la cual tiene un poder superior frente a los demás, puesto que puede hacerlos cambiar de opinión. La palabra retorica tiene pues, un estatus superior, en términos de eficacia, a la del hombre corriente pobremente equipado para participar en la vida política.
Sócrates sigue un método que es descomponer cada palabra en sus elementos y descubrir el significado de las palabras primitivas de las que procede. Dice también que cada letra expresa una determinada acción según el modo en que ésta sea articulada.
Con forme avanzan los diálogos, se presentan varias cuestiones: la primera refiere que si los nombres representan a las cosas tienen, por consiguiente la virtud de enseñar, es decir, de una forma más simple, si se conocen las palabras se conoce la cosa nombrada.
Comienzan a hacer un señalamiento entre los nombres otorgados por los dioses y los nombres otorgados por los humanos. Refiere que los nombres que proporcionan los dioses son exactos a las esencias; y el nombre es pues una imagen en segundo grado. Por lo tanto llega la conclusión de que mientras los dioses ponen nombres exactos a las cosas, los legisladores ponen nombres más o menos adecuada a esta. Es decir un humano jamás podrá tener la misma exactitud que un Dios, por lo tanto los nombres dados por los legisladores, por más que se parezcan nunca serán exactos, sino más bien adecuo.
Continuando con el pensamiento de Cratilo el cual refiere que los nombres son por naturaleza, de la Cruz Vives nos dice que, si esto fuera posible habría una correspondencia estricta entre el término y la esencia nombrada. En tal caso el nombre sería un duplicado exacto, y no una imagen.
Durante los diálogos, Sócrates siempre se mantuvo equidistante entre ambas posturas, es decir si los nombres eran dados por convicción o por naturaleza.
El lenguaje por naturaleza, que defiende Cratilo, tendría la capacidad de enseñar porque hay una relación necesaria entre el significante y la esencia de la cosa nombrada. Si el nombre fuera un duplicado exacto y no una imagen imperfecta, bastaría con conocer el nombre para conocer la cosa.
El lenguaje, desde la perspectiva de los sofistas no cumple con la función principal, que es enseñar puesto que las cosas nombradas no tienen una relación directa con la esencia, más bien, es nombrada debido a acuerdos convencionales, lo cual imposibilita una función comunicativa y persuasiva.
El lenguaje por naturaleza expuesto por Cratilo, tiene todas las capacidades necesarias para poder enseñar ya que debe tener una relación estrecha entre el significante y la esencia de la cosa nombrada.
Plantea una proposición muy interesante que me gustaría rescatar, refiere que si es posible conocer la cosa nombrada, sólo mediante el nombre, entonces, da por hecho que si esto fuera posible, bastaría conocer la estructura del lenguaje para conocer el mundo, sin embargo, esto no es posible.
De la Cruz Vives refiere que ambas posturas por parte de los filósofos concuerdan en algo: la función principal del lenguaje es enseñar.
El diálogo conduce a la conclusión de que un lenguaje cuyo poder de significar sea puramente convencional no puede cumplir esta función, mientras que un lenguaje significante por naturaleza, esto es, un lenguaje ideal en el que los términos expresen la esencia de las cosas nombradas y cuya estructura reproduzca la estructura de la realidad, está fuera del alcance de los seres humanos .
Sin embargo ambas posturas concluyen en que es necesario que, a demás de comunicar y transmitir, el lenguaje también enseñe. Sin embargo, como fue planteado desde un principio, el problema también radica en el lenguaje cotidiano que utilizamos puesto que esta lleno de ambigüedades y contradicciones.
De la Cruz Vives nos plante cinco perspectivas de suma importancia, para una mejor comprensión del lenguaje y la manera en que puede ser utilizado como un instrumento de enseñanza:
1. Conociendo los nombres, no es posible conocer la realidad de las cosas. Los nombres no son, más que términos convencionales que unifican la multiplicidad de la apariencia sensible mediante imágenes artificiales de las cosas, sin embargo no muestran la esencia de las cosas.
2. Si se quiere tener o aspirar a un conocimiento, es necesario no perder de vista que lo que se busca es en sí la esencia de la cosa nombrada, por lo que es necesario evitar las ambigüedades y contradicciones del lenguaje cotidiano, las cuales tarde o temprano, resultan ser una carga pesada para alcanzar el conocimiento.
3. Para tener un verdadero conocimiento es imprescindible que comencemos por el nombre y no por las cosas. Aunque tanto los nombres como las cosas son imágenes, pero con distinto grado de participación en las esencias. Los nombres son imágenes artificiales creadas por los seres humanos y significantes por convención y costumbre, por lo que no participan de la esencia presente en la cosa representada. Las cosas, sin embargo, son imágenes naturales y, por consiguiente, participan en distintos grados de las esencias de las que son una manifestación sensible.
4. El conocimiento de las esencias permitiría perfeccionar al lenguaje de términos inapropiados y construir un lenguaje que fuera verdadero instrumento de conocimiento. Puesto que como ya mencione al nombrar una cosa, no dices como tal la esencia, que es lo indispensable para lograr obtener un conocimiento.
5. La tarea de construir tal lenguaje no puede ser llevada a cabo ni por los sofistas ni por los poetas. El objetivo primordial de los sofistas, no es alcanzar la verdad como tal, más bien es obtener alguna verdad a partir de.
Los poetas, por su parte, aunque tienen una voluntad de verdad, hacen un uso irracional del lenguaje. La tarea está reservada a aquellos que haciendo un uso racional del lenguaje desean conocer la verdadera esencia de las cosas: los dialécticos o filósofos.
Bueno considerando principalmente que los diálogos de Platón son complejos, es cuanto a estructura se refiere, me he basado en el análisis que hace De la Cruz Vives Miguel Ángel, puesto que su aportación a la interpretación de este texto me fue satisfactoria ya que no tiene una postura errada y toma en cuenta varias teorías al respecto de este texto.
Considero esta lectura importante, no sólo dentro de la materia, más bien de la carrera ya que podemos abrirnos a un nuevo campo de la forma en que surge el lenguaje. También rescata la importancia que tiene conocer las palabras y no sólo de forma convencional, si no trasladarnos a un punto más allá donde podamos conocer la esencia de las cosas, que sin duda nos traslada a un nivel de conocimiento más amplio y con esto poder entender al mundo y las personas que nos rodea.
Es sin duda una invitación a abrir nuestra mente a un campo de conocimiento más amplio, en el cual nos podamos mover con más facilidad en cuanto a comodidad para entender, lo que nos rodea y a quienes nos rodean.